lunes, 8 de septiembre de 2008

Con María



Con María
A la Inmaculada Madre de Jesús
Este modesto volumen, dulcísima Inmaculada, en este Año que te está dedicado, te es ofrecido el 25 de marzo, fiesta de tu Anunciación, esto es, de tu Maternidad divina, de tu Maternidad universal respecto del Cristo total, de Cristo Cabeza y de Cristo miembros que somos nosotros.
Este espléndido misterio es la culminación de tu Concepción Inmaculada. Este origen radiante, en efecto, te fue concedido con miras a tu sublime Maternidad y a tu colaboración íntima, universal e indisoluble con Cristo Redentor en todas sus grandezas y en todas sus obras de vivificación y de salvación.
¡Qué contentos estamos, Madre, de inclinarnos hoy ante Ti para venerarte como la Inmaculada y dignísima Madre del Señor!
Y este humilde volumen querría intentar hacerte conocer como el Modelo apropiadísimo, «exemplar aptissimum», de todas las almas cristianas, a fin de arrastrarlas en tu seguimiento.
Tú eres nuestro modelo ante todo por la gran palabra central de tu vida: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».
Esta respuesta nos entrega tu alma, escribe toda tu vida, nos revela las disposiciones más esenciales y habituales de tu alma. A esta respuesta Tú fuiste constante y heroicamente fiel.
Y esta palabra no es más que el eco de Jesús mismo, que se convierte en tu Hijo. También El acepta en esa misma hora la condición y cualidad de esclavo, haciéndose por consiguiente obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Su «Ecce» es el tipo y el modelo del tuyo: «He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad». También El no hará otra cosa en este mundo que buscar y cumplir la voluntad de su Padre.
¡Oh Cristo amadísimo y Madre querida, ojalá nosotros hagamos también de nuestra vida entera un eco débil, pero fiel, de vuestra humildad esencial en relación con Dios, que lo es Todo, mientras que nosotros, por nosotros mismos, no somos nada; por una actitud de asentimiento constante, valiente, alegre y heroico a la voluntad del Padre, a fin de ser así, por amor y en el amor, los esclavos del Todopoderoso, de su Cristo inmortal y de su incomparable Madre!
Banneux Notre Dame, a 29 de enero de 1954